Se dice que hace muchos años atrás,.don Benigno
Rojas, un honorable santiaguino, venía a todo trote montado sobre un hermoso
caballo blanco, vestía poncho de lana color beige sombrero blanco de palma; su
silueta se apreciaba bajo una luz
plateada de luna llena.
Era una noche quieta, de frío penetrante y profundo
silencio; solo se escuchaba los cascos sonoros y acompazados del corsel. Don
Benigno tenía prisa en llegar a Santiago pues venía cabalgando por el camino a
Cunguay, pasaba la cueva de Huacapongo, de pronto se escucha el llanto de un
bebé recien nacido.
El hombre queda asombrado que un bebé tan pequeño
se encuentre solo a altas horas de la noche en medio camino, miró a los
alrrededores sin encontrar a nadie;!que madre tan desnaturalizada, como es que
a podido abandonar su hijo en esta forma¡ comentaba don Benigno mientras se baja del caballo, recoge a la criatura del
suelo el cual se encontraba envuelto en un pañolón negro; lo cobija en un brazo
abrigándolo con su poncho, luego prosigue su camino.
Se encontraba pasando el puente del rio Patarata, y
en ese moemento escucha la voz de un niño que le decía: "!papá, papá mira
mis ojos!"; don Benigno se quedó absorto de lo que escuchaba, sintió miedo
penetrante, pero se sobrepuso infundiendo valentía y fuerza en su ser y no
quizo prestar importancia a lo sucedido; prosigue su camino, luego a la altura
del cerrillo volvió a escuchar la voz del niño que le decía !"papá, papá
mira mis dientes"¡, pasmado de lo que escuchaba, desdobló su poncho para
ver al pequeño, !no era el bebé que había recogido¡ era un niño rubio, !era el
duende!. Su cuerpo se escarapeló, un frío intenso le invadió, y con mucho
esfuerzo, arrojó al duende al vacío, saliendo chispas del suelo.
Don Benigno arreó al caballo con fuerza, llegando a
toda velocidad a su casa casi desmayado y con sangre que le salia por la nariz,
fue atendido por sus familiares a quienes le contó lo sucedido.
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